El placer de mirarte, el placer del ojo.
-Poemas en prosa-
Cada resquicio de tu cuerpo que voy observando, uno a uno, por sí sólo, me eleva en el más infinito orgasmo de la única observancia que es mirarte.
Me gusta mirarte, porque sólo al mirarte descubro el infinito placer de tenerte y no tenerte al mismo tiempo. Tu lujuria desbordada es tan evidente al momento de tu indiferencia. Cada camino que marcas con tus gestos y con tus manías, ¡sobre todo con tus manías!, es más que una bendición divina. Tus manías son todo lo que yo no puedo comprender, me gusta observarlas, porque al observarlas me aparto de mis vanos placeres y me sumerjo en tu cuerpo fértil, lleno de respuestas; cálido y cruel, capaz de asesinarme con el simple aroma de una mirada.
Estás ahí, inerte, callada, en tu más profundo sueño de la noche. Yo apartado, no me atrevo a despertarte por más grandioso que llegue a ser mi incontenible deseo de tocarte y aprovecharme de ti. ¿Qué estarás soñando? Sueñas que te acaricio. Te acaricio yo ó pueden ser unos cuantos más; sigo sin descubrir el punto final de tu imaginación. Aquella que me mostraste hace más de quince años cuando por primera vez nos encontramos cuerpo a cuerpo: La lluvia del inverosímil paseo que habíamos planeado esa tarde en el bosque Terroue. A penas teníamos tres días de habernos conocido, no importó el tiempo, lo importante era la lujuria de tu cuerpo, el desenfreno de mi adolescencia. Nos escurrimos entre los caminos más alejados, tu y yo de la mano, tu cuerpo ardiente, tus manos suaves y húmedas, cada poro de tu piel respirando juventud. Yo estaba floreado de enamoramiento aquella tarde que me hiciste perder la razón. Recuerdo haber escuchado el primer trueno que desencadenó la tormenta incontenible de mi eyaculación. Las paredes de los árboles se pintaron de gris, las hojas verdosas palidecieron envidiosas de tu cuerpo terso; las únicas que se iluminaron fueron las rocas, vacías ellas, deseosas de aprehender tu belleza desnuda por primera vez vista por nuestros ojos: un perfecto cuadro el que marcaste esa tarde lluviosa; tu cuerpo contrastó con todo lo que hiciste palidecer, las rocas, únicas en su vacio, fueron las que quisieron iluminar tu cuerpo desnudo aquél atardecer de agosto.
Extasiado por mi mente, tuviste que obligarme a tocarte. No quería flagelar lo que para mí había sido el más grande descubrimiento de la naturaleza que hasta ese día mis ojos habían presenciado: tu vello húmedo. Lento, muy lento me acercaste a ti. Las gotas de lluvia, casi como gotas de sangre comenzaron a colorear tus senos blancos pero en un color carmesí. Las gotas desparramaban justo en la punta de tus pezones y caían exactas en mi pantalón inundado por el rabioso aroma de tu vulva inmaculada. Dirigiste mi mano hacia tu vagina, para ese momento tenías sujeta mi verga entre tus muslos; pude observar tu mirada llena de placer, observé tantas cosas, era como si tu virginidad de niña se hubiese ido destilando poco a poco junto con la lluvia que escurría entre tus labios. Me sujetaste de la cabeza y me volcaste para tu rostro, tus labios encendidos absorbieron cada año de mi niñez en el que no había tenido tu cuerpo montado en el mío, a partir de ese día, no hubo una situación en la que nuestros cuerpos no se encontraran para perderse en el éxtasis de las pasiones más ocultas del ser reprimido. Tus manos calcinantes sumergieron mi sexo en la escena más febril de tus labios aparatosos. Desapareciste mi verga cuanto tiempo quisiste, yo me dediqué a observarte, hice de mirarte el más grande placer convertido en orgasmo que desencadené entre tus labios cada vez que quise. Mi semen escurría entre tus pechos y entre tus nalgas, parecías extasiada de haber descubierto el sabor de la vanidad del hombre. Exhausto no podía amar más en esta vida que aquella escena de ti empapada de mis fluidos, amando mi sexo, excitada por mi erección, las más grandes rocas iluminando tus senos.
Hipnotizado por una incandescente sensación aparté tu cuerpo con desdén. Quise fotografiar en mi cabeza el impresionante cuadro que proyectabas con tu tórrida mirada, deseosa de tenerme otra vez. Me precipité sobre tu cuello, me había olvidado de tu espalda, la besé lo más que pude mientras bebía la lluvia color carmesí que hacía charco justo entre tus nalgas. Te levanté de espaldas a la vez que penetré el cuadro de tu libertad de niña. Sujeté tus brazos de modo que pudieras sentirte prisionera y completamente expuesta a cualquier depredador del bosque, sumergía mi verga lo más profundo que podía mientras oía los sollozos alucinantes que dejabas caer en la tierra mojada. Observar tu espalda mientras te penetraba me condujo al éxtasis de tu divinidad, la más grande imagen de nosotros dos mientras yo violaba toda gota de lluvia escondida entre tus nalgas. Tu sexo vehemente, encendido, casi volcánico me transportó a la locura de los sueños eróticos de mi niñez. Te penetraba por la espalda a la vez que acariciaba tus senos erectos, joviales y fríos. Tus pezones fueron como dos testigos de aquella noche en la que perdimos la razón.
El bosque verdoso escurrió hasta la última gota de mi semen cálido. Condujiste mi verga al abismo más cercano que encontraste entre tus piernas, aprisionaste mi verga vacía en el húmedo resquicio de tu culo. Montaste con tal osadía que el ambiente verdoso había perdido lo salvaje. Condujiste tu exaltación hasta el único objetivo que era mi verga inmersa en tu culo. Cada movimiento lo acompañaste de un gesto de rabia y placer, una locura para mi verga alucinante, acalorada por tanto semen aún por desbordar. Entonces sujetaste mi cuello con tus dos manos, te apoderaste de mis labios intentando arrancarlos a mordidas; Con una mano me invitaste a que tomara tu cuello entre mis garras carmesí. Las rocas bajaron su tenue luz cuando comenzamos a asfixiarnos. Totalmente ebria hacías entrar y salir mi gran verga erecta con violencia entre tus músculos corrompidos, abrazabas mi cuello entre tus dedos mientras yo con una sola mano te llevaba a la lujuria más impetuosa de nuestros días. Con tal violencia y tales gritos sofocados apretaste tu vulva hasta hacerme caer en una explosión orgásmica, uno tras otro acabaste con cada gota de mi semen a la par que yo sentía como se perdía en la porosidad de tu vello. Caímos inertes y divinos sobre las hojas empapadas de sexo. Quedaste recostada con la mirada fija, pálida, el semen comenzó a escurrir de entre tus nalgas. Callada, fue cuando comprendí el grado de divinidad al que habíamos llegado. Tu cuerpo frágil descansaba sobre las rocas que ya nos habíamos encargado de apagar; ahora fue simplemente la luna la que quiso actuar como un reflector para tu pureza de mujer. Mi semen sobre tu vientre comenzó a secarse mientras tú, en silencio, acariciabas mi verga hasta saciar los años de tu niñez. Esa noche fue la noche de nosotros, la luna quiso acompañarnos mientras repuse el vestido que te había quitado. Antes de colocarte tu ropa interior la olí hasta perpetrarme en los aromas de tus entrañas, gocé de ti y de tus humores. Deliciosos en su plenitud, tuve un orgasmo más mientras tuve tus bragas entre mis manos, descubrí el fetiché que desde ese momento fue para mí tu fragancia; extasiada aún me correspondiste ofreciéndome tus labios.
Y es el día de hoy cuando no concibo la deidad de tu cuerpo. Postrada en esa cama, el camisón transparente que sueles usar me invita a que ultraje el interior de tu culo. Tus labios suaves, aún parecen tener ese tinte carmesí de nuestra primera vez. Tus pezones erectos parecen escuchar mis pensamientos a estas horas de la noche; siempre pequeños y finos, como dos pequeñas perlas extraídas de las profundidades oceánicas, moriría por penetrar con mi boca aquellas dos joyas que guarda con recelo tu pecho, compenetrar mi lengua cálida sobre la monada de tus pezones tibios. El manso viento de la madrugada parece aguardar la humedad de tu vagina, siempre expuesta y amorosa a toda clase de caricias mías. Tus labios y tu culo han sido los más hermoso templos de mi lujuria exorbitante, en esos dos lugares ha sido donde me he dado por muerto y en donde he revivido para hacerlo otra vez. Oh, magnífica deidad de mi erotismo te prefiero arrullada por el candil de la noche apagada a ultrajarte por mi groso deseo de penetrarte. Hoy quiero dejarte así; quiero vivir de la única observancia y fetiche que ha sido para mí el olerte y el mirarte. En todos estos quince y veinte años hasta antes de poseerte y conocerte, has sido objeto de mis más grandes obsesiones sexuales en cuyo único y vital placer para mí era observarte mientras disfrutaba de tu aroma. Esa ilusión óptica creada esencialmente para mí es lo que más me produce orgasmos en esta noche. Mi verga tórrida está en mis manos, me masturbo con tu culo tibio y vacio, ese que parece carente de ardor matinal; quiero masturbarme esta noche para dejar caer mi semen en tu espalda sin que te des cuenta; quiero abrazarte con mis fluidos y cuando comience el nuevo amanecer penetrar con mis dedos en las profundidades de tu vulva. Encontré el placer en la mirada por los gestos y la magia que destellas cada vez que no te penetro; tu aroma es una parte de ti que jamás has reprimido y que jamás podrás reprimir. Por eso amo no tocarte en esta noche, porque es tu aroma y es tu divinidad lo más profundamente puro que puede ofrecerme tu cuerpo fértil y tu sexualidad inmensa. Soy un prisionero de mis deseos pero en esta noche no te tocaré, apretaré mi verga hasta que eyacule mis deseos de penetración, la haré tibia e imaginaré que está cobijada entre tu pecho, le pondré el color de tus mejillas y la saliva de tu sexo. Esta noche saciaré mis deseos al mirarte, al acercarte mi semen, oleré tus deseos y me extasiaré de mi fetichista placer con el único fin de que a la mañana siguiente por fin podré penetrarte otra vez.
Fin.
lunes, 28 de septiembre de 2009
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Hacia la tesis de un hombre desesperado…
Hacia la tesis de un hombre desesperado…
3:07 am.
Hoy dejo tu corazon, simplemente porque me hace daño. No soporto más tu risita en el portavasos de mi estúpido desayno de cada mañana. Olvidé cómo tratarte y he olvidado hasta como dirigirme a ti. Recuerdo las veces en que fui pacinte y esperé el momento en el que decidierás hablar, pero hoy, hoy, reconozco que no puedo más con mi subconsciente,:,muero y vivo, no puedo más , hoy dejo tu corazón.
Estoy agradecido con caa momento a tu lado. Aprendí barbaridades acerca de cómo tratar a a las mujeres. Descubrí la forma de acercarme a mis miedos; perfeccioné la manera de tocar a una mujer: he sido tan feliz contigo. He aprendido a volar aún afuera de mis sueños; descurbí la magia de tu cabello sobre mi pecho. Aprendí a valorar lo estúpido que soy y la magia que tants veces opacaste a mi lado; con todo te lo digo: he sido el más feliz a tu lado.
A tu lado he jurado al mundo que no regresaría a la patraña d emi vida. A tu vil lado he acariciado la luna y he caído en un barranco. A tu laod aprendí a folotar entre la inmundicia y aprendí a caminar solo; solo entre ese estúpido haz de luz que solamente yo tuve el valor de ver. Corrí entre tinieblas, me sumergí entre tus agujeros y jugué al adivino.
De verdad que jamás pude amar tanto a nadie. Soñé entre tus barreras, me hiciste feliz, me destruiste. Navegué entre los vaivenes de tu inecuided, pastoree los miedos de tu fracaso, juzgué cada movimiento tuyo mal dado. Satanicé tus manias, revolví tus sentidos, te hice suspirar, te hicie vivir, persona más voraz en el mundo jamás existió cómo lo fui yo a tu lado.
Ahora dime qué hago con todos tus recuerdos. Qué diablos puedo hacer con tu manera de tocarme. La gente habla, habla lo que no sabe, Yo te llamo, me mato, cuelgo, no queiro saber de ti. Busco algo más, algo que no me recuerde a ti, me engaño y me mato. No lo tolero, cada suspiro tuyo, cada llamada no realizada me consume; quisiera gritarte, consumirte, ser parte, volver a conocerte: es imposible. No queiro esperar más para verte y odiarte; quisiera matarte con mi mirada, olvidarme de ti.
Desatrucción e slo que tengo ahora mismo. Andadas y desvarios, todo me conduce a la porquería de mi desasociego. Quisiera matar cada uno e mis pensamientos, aniquilar mis estúpidas palabras; olvidarme que exististe. Pero no es asi, ahí sigues, epsperando verme suplicar, Disfrutando de cada frase mlña lograda para hacerte volver. Te alimentas de mi alucinógena ira y aún asi no haces nada pro recuprarme. No podrñé olvidarte porque sigues ahí, cautelosa, paciente, esperas el momento de herirme, sigues ahí, siegues en mi, no podré olvidarte, me escuchas al igual que este puñado de imbéciles lectores…
Uisiera pensar en mis lectores a la hora de escribir esto, pero que altanería que vil forma de desplomar los sentidos de una mente herida. No puedo juguetear pro ahí con mis sentimientos porque simpelmente este es el orden de lo que ahora has dejado en mi insensible ego. Quisiera se rpoeta, podría ser un imbécil merolico, atarearte la mente de estupideces, salir y hacerme el ineresane. ¡que patraña! No puedo ser más que el remedo de aquel que te amó. Me sumergo en mi sangr y me ahogo, deliro, alucino, estás ahí: no hay forma de escaparme.
Qué es lo que me has hecho, el nirvana llega a mis sentido más insensible. El imbécil Ph actua dentro de mis pestañas, transforma cada centímetro de mi piel máal estructurada, Vuelo, rio, soy un imbécil sin ti a mi lado. Ahora entiendo la razón de mi cuerpo pidiendo tus manias,: eras tú, el único equilibrio que podiá hacerme coherente, eras tú el único acento que podía hacerme no zooes, eras tu mi vida y mi razón para escribir bien, fuiste tú el único analgésico para mi trauma por la vulgaridad, fuiste tú mi fatídico calamnte para está demencia que no me deja aún en paz. Fuiste tú midroga, alucinaste mis pensares, malgastaste mi energía, te amé por tus maneras, ahor at eodio pro tu ausencia, no puedo más, no puedo escribir bien…
3:07 am.
Hoy dejo tu corazon, simplemente porque me hace daño. No soporto más tu risita en el portavasos de mi estúpido desayno de cada mañana. Olvidé cómo tratarte y he olvidado hasta como dirigirme a ti. Recuerdo las veces en que fui pacinte y esperé el momento en el que decidierás hablar, pero hoy, hoy, reconozco que no puedo más con mi subconsciente,:,muero y vivo, no puedo más , hoy dejo tu corazón.
Estoy agradecido con caa momento a tu lado. Aprendí barbaridades acerca de cómo tratar a a las mujeres. Descubrí la forma de acercarme a mis miedos; perfeccioné la manera de tocar a una mujer: he sido tan feliz contigo. He aprendido a volar aún afuera de mis sueños; descurbí la magia de tu cabello sobre mi pecho. Aprendí a valorar lo estúpido que soy y la magia que tants veces opacaste a mi lado; con todo te lo digo: he sido el más feliz a tu lado.
A tu lado he jurado al mundo que no regresaría a la patraña d emi vida. A tu vil lado he acariciado la luna y he caído en un barranco. A tu laod aprendí a folotar entre la inmundicia y aprendí a caminar solo; solo entre ese estúpido haz de luz que solamente yo tuve el valor de ver. Corrí entre tinieblas, me sumergí entre tus agujeros y jugué al adivino.
De verdad que jamás pude amar tanto a nadie. Soñé entre tus barreras, me hiciste feliz, me destruiste. Navegué entre los vaivenes de tu inecuided, pastoree los miedos de tu fracaso, juzgué cada movimiento tuyo mal dado. Satanicé tus manias, revolví tus sentidos, te hice suspirar, te hicie vivir, persona más voraz en el mundo jamás existió cómo lo fui yo a tu lado.
Ahora dime qué hago con todos tus recuerdos. Qué diablos puedo hacer con tu manera de tocarme. La gente habla, habla lo que no sabe, Yo te llamo, me mato, cuelgo, no queiro saber de ti. Busco algo más, algo que no me recuerde a ti, me engaño y me mato. No lo tolero, cada suspiro tuyo, cada llamada no realizada me consume; quisiera gritarte, consumirte, ser parte, volver a conocerte: es imposible. No queiro esperar más para verte y odiarte; quisiera matarte con mi mirada, olvidarme de ti.
Desatrucción e slo que tengo ahora mismo. Andadas y desvarios, todo me conduce a la porquería de mi desasociego. Quisiera matar cada uno e mis pensamientos, aniquilar mis estúpidas palabras; olvidarme que exististe. Pero no es asi, ahí sigues, epsperando verme suplicar, Disfrutando de cada frase mlña lograda para hacerte volver. Te alimentas de mi alucinógena ira y aún asi no haces nada pro recuprarme. No podrñé olvidarte porque sigues ahí, cautelosa, paciente, esperas el momento de herirme, sigues ahí, siegues en mi, no podré olvidarte, me escuchas al igual que este puñado de imbéciles lectores…
Uisiera pensar en mis lectores a la hora de escribir esto, pero que altanería que vil forma de desplomar los sentidos de una mente herida. No puedo juguetear pro ahí con mis sentimientos porque simpelmente este es el orden de lo que ahora has dejado en mi insensible ego. Quisiera se rpoeta, podría ser un imbécil merolico, atarearte la mente de estupideces, salir y hacerme el ineresane. ¡que patraña! No puedo ser más que el remedo de aquel que te amó. Me sumergo en mi sangr y me ahogo, deliro, alucino, estás ahí: no hay forma de escaparme.
Qué es lo que me has hecho, el nirvana llega a mis sentido más insensible. El imbécil Ph actua dentro de mis pestañas, transforma cada centímetro de mi piel máal estructurada, Vuelo, rio, soy un imbécil sin ti a mi lado. Ahora entiendo la razón de mi cuerpo pidiendo tus manias,: eras tú, el único equilibrio que podiá hacerme coherente, eras tú el único acento que podía hacerme no zooes, eras tu mi vida y mi razón para escribir bien, fuiste tú el único analgésico para mi trauma por la vulgaridad, fuiste tú mi fatídico calamnte para está demencia que no me deja aún en paz. Fuiste tú midroga, alucinaste mis pensares, malgastaste mi energía, te amé por tus maneras, ahor at eodio pro tu ausencia, no puedo más, no puedo escribir bien…
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