Suposiciones acerca de la Nouvelle Vague
Si como una ola de azul turquesa mi vida fuera, improvisaría por las calles cada movimiento por donde quisiera enviar una mirada. Jugaría con cada detalle del ambiente y me detendría a enfocar una a una las hojas que caerían de todos los árboles otoñales. Extasiado por las pinceladas de algún vestido capturado entre mis ojos encuadraría todo lo que pudiera ser a través de mi ventana con vista a mi propio comedor. Dejaría en suspenso cada movimiento mío para insinuar lo que viene en la próxima escena de mi vida; aprovecharía cada cambio en la intensidad del oleaje para hacer un retroceso de lo que he vivido y así no poder perderme ninguna acción de mi presente. La elipsis azul completaría mis pensamientos y la discontinuidad en los azules serían mi mejor aliado para expresar una a una mis acciones; sin dudad las calles de parís serían mi arena, si como una ola de azul turquesa y francesa mi vida fuera…
Si pudiera viajar entre el oleaje audiovisual jugaría al loco en alguna fiesta parisina. Sería el personaje principal de algún experimento de Jacques Rivette; podría ser un personaje de suspenso dentro de un drama estudiantil; sería paranoico ante el amenazador mundo moderno; tomaría elementos de thriller, angustia. Podría sumirme en un extraordinario ambiente de opresión y onirismo, mi vida se marcaría con diversos toques simbólicos y surrealistas; sería un suspenso, estaría al filo de la expectación, todo para finalmente gritar que al igual que a Rivette París también nos pertenece.
Si la marioneta de algún relato de Claude Chabrol yo fuera, sin duda, sería yo el personaje principal de la historia; dentro de una trama simple mi personalidad sería la más compleja. Gracias a Chabrol mi personalidad construiría el interés del espectador; con tramas simples atraparía la atención de todos porque mi vida tendría un sentido teatral; mis maneras estarían definidas o indefinidas entre una superficialidad y una profundidad, entre el misticismo y lo terrenal. Mi personaje, yo mismo, se tornaría en un elemento menso directo, un poco más sutil para hacer más interesante mi vida ante los ojos de mis espectadores. Si una creación de Claude Chabrol yo fuera tendría influencia en mis acciones a Hitchcock, Fritz Lang o seguro a Ernst Lubitsch, entraría en ese arte de las apariencias. No jugaría a las suposiciones, más bien, atraparía con una personalidad nada definida.
Si mi vida una ola fuera, jugaría al don Juan en las obras de Godart; esperaría las tardes para salir como prófugo a cazar jovencitas veinteañeras de los parques. Sería listo, sería inteligente, podría amoldarme a las necesidades de cualquier carita tierna que encuentre un poco de virtud en mi peinado. Me daría tiempo para apreciar la realidad; filmaría todos los caminos de la ciudad, retrataría cada coche, cada exterior no querría que se me escapara. Le daría ese toque documental a mi visión, lo mezclaría con sucesos de ficción. Si Godart fuera el encargado de planear mi vida, el retrato de ésta iría pegado a mi hombro porque iríamos al filo de la cámara en mano; sin duda conocería a Anna Karina, compartiría cuadro con ella; mi vida estaría influenciada por cada musa que Godard se fuera encontrando. Como en Vivir su vida sería un testigo de las “aventuras de Anna Karina, o mejor aún, podría ser yo el proxeneta que la roba al negocio de la prostitución.
Si Godard filmara mi vida nos daríamos tiempo hasta de volvernos al maoísmo, podríamos criticar dentro de la izquierda radical; sería yo el protagonista de algún mensaje a favor del marxismo-leninismo. ¡Armaríamos la revolución! O al menos de eso intentaríamos hablarle a los jóvenes contemporáneos. Sería un personaje revolucionario dentro de un ambiente de protesta, de lucha. Si Godard fuera mi titiritero sin duda nos divertiríamos mucho. Así como en Todo va bien experimentaríamos hasta dónde se pueden mezclar los temas románticos con los ambientes de miseria; dentro de una misma huelga Godard me haría actuar irónico y hasta satírico con tal de dejar algún mensaje de crítica de nuestros tiempos sociales.
O mejor aún, y dentro de este romanticismo, si mi vida conducida por una ola francesa fuera estoy casi seguro que caería en las redes del buen marinero Éric Rohmer. Con sus Cuentos Morales me vería embelesado o más bien, intrigado sobre aquellos comportamientos que hacen que el individuo “actúe” sin realmente querer hacerlo, comportamientos que lo hacen ir por ambientes que desafían no sólo la voluntad de la persona sino también la propia esencia; pensaría en las banalidades de las que está rodeada la vida, hablaría de esas palabras que se “dicen” pero que al mismo tiempo ocultan mucho. Si Rohmer fuera mi creador quizás yo sería de un oleaje más apacible pero no por eso menos intrigante.
Si como una ola de azul turquesa mi vida fuera no podría elegir entre tantos matices, no podría ponerme de acuerdo para decidir a qué profundidad querría que estuviera mi ola. Con una gama de oleaje interminable mi vida sería un abanico de posibilidades. Quizás un día despertaría siendo Antoine Dionel y no sería más que un retrato de la vida de otro. Francois Truffaut contaría la historia a través de mis palabras, ejemplificaría la crudeza de una niñez generalizada en la Francia de finales de los años cincuenta; con cuatrocientos golpes habría suficientes motivos para justificar el turbulento camino que muchos hijos adoptan gracias al descuido de sus padres. Si Truffaut fuera mi creador, tomaría la cámara como un confidente de lo que no me gusta; plasmaría con mi visión todo aquello con lo que no estoy de acuerdo, la miraría; observaría pro primera vez como se desplaza, siendo yo Antoine Dionel sería el mismo retrato de mi autor lo que yo vería.
Con Truffaut un buen día podría despertar siendo Jean-Pierre Léaud y podría darme cuenta que he crecido y que soy un licenciado del servicio militar; que ahora mi novia se llama Christine y que lucho el día a día para poder ser feliz. Sin lugar a dudas con Francois Truffaut tendría un toque mucho más cotidiano; mi vida estaría más apegada a lo común. Buscaría el amor peor también me centraría en intentar sobrevivir; plasmaría mi esencia con base en mis acciones. Haría un carácter basado en mis carencias y en mis logros.
Sin embargo ahora me doy cuenta de que si como una ola de azul turquesa y francesa mi vida fuera no sería yo precisamente el que me observaría y entonces no tendría sentido no poderme actuar dentro de este gran oleaje. Apartado de lo afrancesado creo que he sido destinado a observar lo que han dejado tan mágicos cineastas escapar entre sus lentes. Misión aparte es convertirme en protagonista pero de un cine observable a la realidad de quienes me rodean. Mi vida dentro de una ola francesa es interesante, fascinante sería la palabra correcta, pero es mejor seguir caminando por las costas de las diferentes corrientes con el único fin de disfrutar lo que nos han dejado los grandes marineros y poder comenzar a construir nuestro propio puerto.
Fin.
Referencias consultadas:
-Youtube
El amor por tierra (L'amour par terre) Jacques Rivette 1983
Pierrot le fou Trailer (Jean-Luc Godard, 1965) - Subtitled
Les Biches (1968) 1/9
L'amour l'apres-midi * Love in the Afternoon * Eric Rohmer (English & Spanish Subtitles)
Etc.
Etc.
-http://cineojo.blogspot.com/2005/12/la-nueva-ola-francesa-1958-1962.html
http://www.jornada.unam.mx/2008/06/29/index.php?section=opinion&article=a12a1esp
sábado, 24 de abril de 2010
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